domingo, 6 de noviembre de 2011

No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy

Entregado el currículo, toca esperar. En ocasiones, la espera acaba en desesperación, puesto que esa llamada tan deseada nunca hace sonar el móvil. Pero, hay veces que tu currículum llega a manos del director de RR.HH., y es entonces cuando de verdad tienes la oportunidad de demostrar quién eres y qué es lo que puedes ofrecer.

Tu teléfono suena, es un número desconocido, lo coges. Tienes una entrevista de trabajo. Tus nervios afloran, miles de preguntas aparecen en tu mente. ¿Qué me pongo?, ¿qué me preguntarán?, ¿seré capaz de contestar a todo?, ¿cómo será la persona que me entrevistará?, ¿seré lo que buscan?...

Quedan cinco días para el encuentro. Comienzas a prepararte. Buscas información sobre la empresa, cuáles son sus puntos débiles y fuertes, como está situada dentro del sector, cómo la ve la gente,  qué le puedes aportar tú, etc. Consultas a familiares, amigos y profesionales acerca de la empresa y de cómo planificar la entrevista. Desarrollas una serie de respuestas a las posibles cuestiones que el entrevistador pueda preguntar.

Quedan dos días. Buscas todos aquellos títulos que puedan acreditar los datos que pusiste en el currículum que enviaste. Repasas todos los puntos que colocaste en él, para evitar quedarte en blanco cuando el entrevistador haga referencia a ellos.  Consigues engañar a algún amigo o familiar para practicar una y otra vez. Intentas dominar la mirada, la sonrisa, la forma de sentarte, de estar erguida, de hacerle saber a la otra persona que te sientes cómodo, como en casa.

Queda un día. Abres el armario y empiezas a buscar la ropa adecuada para la entrevista. Piensas en la empresa y en el puesto por el que luchas. Descartas los shorts, los escotes, la ropa deportiva y la vestimenta estrafalaria. Finalmente, te decantas por unos vaqueros oscuros, una camisa, un blazer y unas botas. Ahora le toca el turno a los complementos. Unos pendientes discretos y un reloj de esfera grande puede ser lo más adecuado. Pelo suelto, pero cuidado y maquillaje discreto.

Llega el día. Coges el bolso y la carpeta donde se encuentran los documentos que pueden ser necesarios. Sales con tiempo. Quedan 30 minutos. Aparcas, ya solo faltan 15 min. Preguntas en recepción y te mandan a la sala de espera.

Es tu turno. Entras al despacho. Te presentas y le das la mano firmemente. Disimulas tus nervios. Repasas mentalmente todo aquello que llevas preparando desde que te llamaron. La entrevista es satisfactoria. Tienes posibilidades. ¡Enhorabuena! Te lo mereces.




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